solsticio de verano

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viernes, 29 de enero de 2010

VIGÉSIMO SÉPTIMO CAPÍTULO

CAPÍTULO 27. SIMPLEMENTE PERFECTO.



Al día siguiente, también lo teníamos libre. Ali ya estaba recuperada, pero decidió quedarse en el hotel, por si se mareaba de nuevo. Andrés se quedó con ella, parecía que por fin había conseguido juntarles.
Se los veía felices juntos, compartían muchas cosas, tenían prácticamente los mismos gustos y tenían un carácter parecido. Eran tal para cual.

Nos despertamos bastante pronto, todos teníamos ganas de salir del hotel para visitar la ciudad de Almería. Además la compañía era la mejor que podíamos tener, cada uno a su pareja.

Salimos del hotel y nos montamos en el autobús que nos llevaría al centro de Almería, donde Lore, Bea y yo haríamos alguna que otra compra.
El autobús nos dejo en la puerta del centro comercial, nosotras estábamos ya impacientes de entrar, pero primero teníamos que pensar dónde quedaríamos con los chicos.

Terminamos diciendo de quedar en la playa, al lado de un puesto de hamacas. Ninguna de nosotras sabía donde estarían los chicos, pero tampoco nos importaba demasiado, nosotras íbamos a comprar.

Nos despedimos de Manu, Pedro y Gabriel y entramos en el centro comercial, era enorme.
A donde mirases veías una tienda, de ropa, de zapatos, de joyería, de bikinis, de ropa interior, de libros, de comida, tiendas de todo tipo.
En la primera que entramos fue en la de bikinis, nos queríamos comprar unos nuevos para bañarnos por la tarde con los chicos y dejarles alucinados.
Lore fue hacia uno negro, era precioso, pero bastante caro, así que lo descartó y se terminó comprando uno amarillo con rayas negras.
Bea, no se lo pensó dos veces y se compró uno rosa con lunares blancos, era una monada.
Y yo, me probé como 10 bikinis y ninguno me gustaba, hasta que encontré el adecuado, uno roja con una hebilla en la parte de abajo y una flor preciosa en negro en la de arriba.

Después de los bikinis, nos compramos ropa para ponérnosla encima y ya de paso, comprarle algún modelito a Ali y darla la sorpresa.

Lore y Bea se compraron un conjunto muy parecido, una mini vaquera y una camiseta de tirantes, solo que cada una de un color distinto. Lo único que las diferenció fue que Bea se compró una visera blanca y Lore una gorra negra, por lo demás iban prácticamente iguales, tenían gustos parecidos.
En cuanto a mí, me compré unos pantalones cortos blancos y una camisa de manga corta roja que se ataba con un nudo a un lado, dejando el ombligo descubierto.
Estábamos guapísimas.

Al terminar de comprar la ropa, nos dirigimos a la tienda de comida, esa noche iba a ser noche de chicas, así que teníamos que llevar provisiones.
Unas patatas, conos, gusanitos, doritos, chocolate, bollos. Por una noche no nos pasaría nada.

Era la hora de irnos a la playa, para encontrarnos con los chicos, íbamos felices, las compras había sido geniales y estábamos felices de pasar toda una tarde con nuestros novios, solas, sin que nadie nos molestase.

Llegamos a la playa, al puesto de las hamacas y no había nadie. Decidimos sentarnos en una de las hamacas a esperar, seguramente se les abría hecho tarde.

Pasaron quince minutos y nada, no llegaban. Por detrás nuestra, aparecieron cuatro chicos, parecían mayores que nosotras y ninguno llevaba camiseta. Eran los típicos tíos buenos que van a la playa únicamente a exhibirse. Iban en nuestra dirección, pero yo pensaba que pasarían de largo, me equivocaba.

Se pararon justo enfrente nuestra y nos miraron con una cara que no me dio muy buenas vibraciones.

- Hola chicas, ¿cómo os llamáis?-preguntó uno de ellos, el que parecía el líder.
- No te importa- dije sin miedo.
- Si no me importase no os lo hubiese preguntado, preciosa.
- Me da igual, no eres nadie para preguntarlo.
- Si lo soy, soy el chico de tus sueños, monada.
- Qué mas quisieras tú.
- No, eso es justo lo que es.

Y dicho esto me cogió del brazo y me atrajo hacia si. Lore y Bea no sabían que hacer y yo les miré diciéndolas que no se preocupasen, que no me iba a pasar nada.
El chico estaba bueno, eso tenía que reconocerlo, pero solo me quería para una cosa y yo solo sentía atracción física por él, además, yo quería a Gabriel y estaba segura de que este tío no me tocaría, yo no me dejaría.

- Suéltame.- le dije
- Ni de coña, preciosa, ahora tu y yo nos vamos de aquí.
- Yo no me voy a ningún sitio, ¡suéltame!- grité.
- No te pienso soltar, y te vienes donde yo te diga.- rió.
- Te ha dicho que la sueltes.- una voz sonó a nuestras espaldas, no la reconocía, ¿quién sería?
- ¿y tú quién eres?- dijo el chico que me tenía cogida.
- Soy el que te está diciendo que la sueltes, así que hazlo.
- Vale, vale, no sabía que tenía novio.- contestó y me soltó.

Yo seguía sin saber quién era, tuve que esperar a que me soltase para verla la cara.
Me di la vuelta y me quedé atónita, era guapísimo, tenía los ojos azules y el pelo negro, corto pero no demasiado y no llevaba camiseta, con lo cual le veía sus perfectos y cuidados abdominales.

- Muchas gracias.
- No hay que darlas, no podía dejar que ese tío le hiciese daño a una chica como tú.
- ¿Puedo saber el nombre de mi héroe?
- Fernando, pero todos me llaman Fer.
- Encantada, me llamo Aurora, pero me llaman Auro.- le di dos besos y sonreí.
- Bueno, he de irme, mi hermana me espera.- y se fue con una chica no muy alta, guapa, como él, que llevaba un vestido largo y blanco y no dejaba de sonreir.

Al irse Fer, aparecieron los chicos, disculpándose por el retraso, al parecer les había pillado un atasco.
Ninguna de nosotras dijo nada de lo ocurrido y cada una se fue con su novio a una parte de la playa.
Si no hubiese sido por esos tíos no hubiese conocido a Fer y eso no me lo habría perdonado nunca, estaba siendo un día simplemente perfecto.

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