solsticio de verano

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viernes, 15 de enero de 2010

ONCEAVO CAPÍTULO

CAPÍTULO 11. ADIÓS NO, HASTA PRONTO.


Volvimos caminando a casa de nuestras familias, para comer. Nos paramos en la calle, justo en medio de las casas. Quedamos en vernos al volver. Tenía la certeza de que le echaría mucho de menos y de que no dejaría de pensar en él en todo el campamento. Quizás, incluso no podría fijarme en otros chicos, y eso era rarísimo en mí. Puede que escribiese canciones de amor que tratasen de él, o poesías que me recordasen el buen momento que pasamos juntos. Seguramente me emocionaría al pensarlo.

Nos miramos a los ojos, no queríamos despedirnos tan pronto y ese sentimiento era mutuo, pero debíamos hacerlo. Al día siguiente los dos iríamos a nuestros respectivos campamentos y en pocas horas volveríamos a Madrid para prepararnos, así que eso era una despedida.

- Aurora, he pasado dos horas fantásticas contigo en el puente sur.
- Yo también lo he pasado muy bien, es una pena que tengamos que decirnos adiós.
- Lo sé, aunque en diecisiete días nos volvemos a ver. Espero que se pase el tiempo rápido.
- Eso espero.

Estábamos de nuevo muy cerca, como en el puente sur. Podía notar su respiración, oler su olor y sentir el calor que su cuerpo desprendía. Me sentía otra vez protegida y segura a su lado.
Se acercó aún más a mi. Su inesperado acercamiento hizo que mi corazón latiese agitado.

- Te echaré de menos.-me susurró al oído.
- Y yo a ti.- sonreí y le besé la mejilla, dirigiendo mi mirada a esos precioso ojos verdes que me habían cautivado.

Esa fue nuestra romántica despedida. Cada uno se dirigió a su puerta y ambos entramos sonriendo.
Nuestra despedida había sido tierna, parecida a la de Dani, pero no igual.
Se me hacía extraño haber tenido dos despedidas con dos personas importantes para mí en menos de dos semanas.

Al entrar por la puerta de casa de mis abuelos me esperaba preguntas, pero no de mi abuela, puesto que ella no era nada cotilla con asuntos referentes a mí, sino por parte de mi hermana. Mi prima sería discreta, como había sido siempre y me ayudaría a evadir las preguntas.

- ¿Dónde has estado?-tal como había pensado mi hermana me preguntó.
- No te importa- contesté.
- Sí, sino no te habría preguntado.
- Déjame en paz, enana, no te pienso contestar.
- Pues insistiré hasta que me lo digas.
- Bea, deja a tu hermana, ¡que pareces su madre! Nadie diría que eres la pequeña, y seguramente si los abuelos te ven comportándote así, no te tratarán como ahora, niñita mimada.- mi prima intervino y dejó callada a la enana de mi hermanita.

Las preguntitas se habían acabado, era libre de mi hermana, ¡por fin!
Terminamos de comer y Nieves y yo subimos a nuestra “casa”.

- ¿A mí me vas a contar algo o tampoco?
- Si, a ti si primita.
- Pues ya estas tardando-rió, estaba entusiasmada por saber que había pasado.
- Pues, quedamos en el puente sur, estuvimos hablando y eso, no pasó nada más.
- ¡Oh! El puente sur, ¡que romántico!
- Lo que tu digas..-sonreí, la verdad es que si lo era.
- ¿ Y no pasó nada más? ¿en serio?
- No, nada más. No te mentiría en algo así y lo sabes perfectamente.
- Es verdad..es solo que me parece raro.
- Pues a mí no, casi no nos conocemos. Normal que no pasase nada.

Ahí terminó la conversación, me tumbé en mi cama y miré al techo.
Alo mejor tenía que haber pasado algo, pero yo no le di oportunidad. Seré tonta, pensé. Mi primer beso, tenía que ser con él. Tal como dijo Dani, tenía que ser algo especial, no un simple lío de discoteca, ¿y que mejor que con Gabriel? No sabía que se sentía al besar un chico, ni cómo se tenía que hacer, pero tenía la ligera impresión de que pronto lo averiguaría.

Mi padre llegó en el coche a las seis de la tarde. El viaje se había adelantado por un enorme atasco en la carretera.
Bajé rápido con mi pequeña maleta en la mano, y cuando pasé por la altura de el patio de doña Carmen no pude evitar mirar.
Gabriel estaba ahí, subido en su moto, con el casco en la mano. Se giró y me miró, dedicándome otra de sus sonrisas. Yo no tardé ni dos segundos en decirle por medio de gestos que esperara y solté la maleta al lado de la puerta de mis abuelos.
Al salir me esperaba Gabriel, en su moto, aún con el casco en la mano, estaba muy sexy.
Me acerqué a él y le abracé, no podía desaprovechar ese mágico momento. Para mi sorpresa él correspondió a mi abrazo. Esta vez fue él quien me besó en la mejilla y fui yo la que me separé y le devolví el beso.

- Adiós, Gabriel.-dije.
- No digas adiós, solo di hasta pronto.

Yo sonreí y eso le bastó. Se puso el casco, me apretó un poco la mano y se fue, con su sonrisa aún pintada en sus labios.

- Hasta pronto.-susurré para mis adentros cuando él cruzaba la esquina.

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