solsticio de verano

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martes, 12 de enero de 2010

NOVENO CAPÍTULO

CAPÍTULO 9. EL PUENTE SUR.


Cuando ya todos se fueron de mi casa, a eso de las tres de la madrugada, me quedé pensativa. Iba a verme con Gabriel al día siguiente en el puente sur, mi lugar favorito del pueblo. ¿Sabría acaso él que ese era mi sitio preferido?
Me acosté en mi cama, mi prima dormía al lado, cabíamos perfectamente las dos juntas, esa noche había sido fantástica, rodeada por todos a los que quería, solo faltaba mi madre, que es día tenía que trabajar.
Me dormí rápido, y volví a soñar con él, con Gabriel, ¿Por qué no me lo podía sacar de la cabeza?

A la mañana siguiente, me levanté al ver el primer rayo de sol entrar por mi ventana, no quería mirar aún el reloj. Me destapé con cuidado de no despertar a Nieves y me encaminé al espejo. Al verme reflejada sonreí por una parte y por la otra me horroricé. ¡Vaya unos pelos tenía! Como cualquier chica recién levantada. Me veía aún con cuatro kilitos de más, pero en ese momento no me importaba, solo quería ponerme muy guapa para ver a Gabriel.

Me metí a la ducha y la encendí, la necesitaba poner fría para despertarme del todo, si no parecería un zombi.
Al salir de la ducha me puse mi albornoz azul turquesa, me enrollé el pelo en una toalla y fui hacia mi habitación.

Abrí el armario, con cuidado, sin hacer mucho ruido, no quería despertar a mi prima, eso traería preguntas y no quería dar respuestas.
Cogí mi vaquero preferido, un pitillo oscuro, una camiseta no muy ajustada morada, con un mensaje en la parte delantera y mis converse rosas.
Estaba bien. Cómoda pero guapa, o al menos así me sentía.

Miré el reloj, las doce y media de la mañana, solo me quedaba media hora para verle, estaba ansiosa por volver a ver su cuerpo musculoso y su cara perfecta.

Bajé a desayunar, mi padre y mi hermana ya se habían levantado, mi hermana, Bea, estaba viendo la tele, esa serie de Hannah Montana que yo tanto odiaba. Mi padre estaba en el jardín, colocando la enredadera.
Cogí el vaso de leche, mis cereales y me los llevé al comedor, estaba empezando a comer cuando mi prima bajó.

- ¡Auro! Que pronto te has levantado ¿no? Normalmente me tocaba despertarte.
- Bueno, ha sido el sol, además hoy he quedado..
- ¿Sí? ¿Con quién?- no parecía muy sorprendida.
- Con Gabriel.-la susurré al oído para que mi hermana pequeña no lo oyese.
- Pues mucha suerte.- sonrió y se fue a preparar el desayuno.

Me había quedado un poco confusa con su actitud, pero mi prima era así, seguramente lo sospechaba.
Miré de nuevo mi reloj, la una menos diez, tenía que irme ya o no llegaría.
Me bebí la leche de un trago y la dejé en la pila, me limpié bien la boca y me miré de nuevo al espejo. Menos mal, ninguna mancha.
Salí por la puerta, ahora me tocaba decírselo a mi padre.

- Hola, buenos días papi.
- Hola Aurora, ¿ qué tal?
- Bien, oye papi que me voy ¿vale?
- ¿a dónde? ¿cómo es que tu prima no va contigo?
- Es algo mío..-intenté disimular mis nervios, si no me dejaba ir me moriría.
- Anda, ve, no hace falta que me digas donde. Tienes que comer donde tus abuelos, yo te pasaré a buscar allí para irnos de vuelta a Madrid.
- Vale, gracias papi.-sonreí y le di un beso en la mejilla, ahora era feliz.

Caminé por las calles des pueblo, la mayoría desiertas, la única en la que había gente era la calle de la piscina, donde me encontré con algunos vecinos. En este pueblo todo el mundo me conocía.
Seguí andando, el puente sur estaba a las afueras, al final de un camino entre alcornoques y abedules, con hojas en el suelo y flores, muchas flores.

Sonreía, todo ese paisaje era tan bonito, me hacía sentir libre.
Al final del camino vi el puente y postrado en él a Gabriel, mirando el agua, como un niño pequeño, me gustaba, cada vez más.

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