solsticio de verano

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sábado, 19 de junio de 2010

SOLSTICIO DE VERANO 81

CAPÍTULO 81. BUENAS NOCHES.






El paseo por la urbanización con Dani, fue mágico, como todo lo que me pasaba con él desde aquel primer y único beso que nos dimos.
Solo de recordarlo, un escalofrío recorría mi cuerpo de arriba abajo y no podía evitar sonreír.
Al volver al chalet, nos fuimos directamente a la cama, pero no sabíamos dónde iba a dormir Dani, así que me tocaba hablar con mi abuela.

- ¡Hola abu!
- Aurora, ¿qué tal lo habéis pasado?
- Pues bien, nada más hemos dado un paseo.
- Ya. Aurora, ¿estás segura de que ya no te gusta Dani? Aún me acuerdo de cuando eras una cría y suspirabas por él.
- No abuela, ahora tengo novio y estoy muy feliz con él, Dani es sólo mi mejor amigo.
- Sufriste mucho, me alegro de que se te haya pasado.
- Bueno, quería preguntarte si Dani podía dormir en mi cuarto conmigo.
- Como tu quieras, a mi no me importa.
- Vale, gracias abu.
- Eso sí, estoy segura de que cuando venga tu prima va a querer dormir contigo así que aprovecha esta noche al máximo.
- ¿cómo que la aproveche? ¿a qué te refieres abuela?
- Yo me entiendo. Mañana nos vamos tu abuelo tu tío y yo a comprar por la mañana, vendremos sobre la una, justo para hacer la comida.
- Vale, no te preocupes, encontrarás la casa como la tienes todas las mañanas.
- Eso era lo que quería oír.
- Me parece que lo sabía.- sonreí y le di un beso en la mejilla. Sabía que lo que le acababa de decir a mi abuela le había llegado. Yo seguía siendo una adolescente que no ayuda prácticamente en casa y claro, si digo que voy a hacer toda una casa en una mañana, pues a mi abuela que sabe que me cuesta, la hacía ilusión.


Me dirigí a mi habitación, donde me esperaba Dani.


- ¿Y? ¿ qué te ha dicho?
- Que puedes dormir conmigo.- sonreí y me tiré a mi cama. Se le iluminó la cara- pero sólo esta noche.- cambió de estar feliz a estar algo decepcionado.
- ¿y eso?
- Mañana vienen mis primos y mi prima seguro que quiere dormir conmigo.- su cara esta vez fue de alivio.
- Vale, menos mal, creí que era porque tu abuela se había pensado mal.
- ¿pensarse mal? ¿y por qué iba a hacerlo?
- Nada, cosas mías.
- No voy a insistir, tengo sueño.- le miré y le sonreí, él me devolvió la sonrisa.
- Vale, pues a dormir.- se acostó a mi lado. Esta vez me reír prácticamente a carcajadas.- ¿qué pasa?
- ¿piensas dormir con vaqueros?- se miró y rió también.
- No me había dado cuenta.- y tras decir esto se quitó la camiseta y los vaqueros, quedándose en ropa interior. Al ver su cuerpo sin ropa, empecé a tener calor, no podía evitar sentirme terriblemente atraída por el físico de Dani además de por todo él.
- ¿no te pones pijama?- pregunté intentando relajarme.
- En verano siempre duermo así, espero que no te moleste.
- No, no te preocupes. Voy al baño y a darles las buenas noches a mis abuelos y a mi tío, ahora vengo.- cogí mi camisón de flores rojas y blancas que había heredado de mi madre, y salí de la habitación, con el corazón algo agitado.

Me metí en el baño, me puse el camisón, me lavé los dientes, me peiné, me quité el poco maquillaje que llevaba, me eché las cremas para la cara y abrí la puerta del baño, dirigiéndome a la terraza.
En la terraza estaban mis abuelos hablando y mi tío escuchando la radio con los cascos puestos.
Me acerqué a mis abuelos y les di un beso y un abrazo a cada uno, luego me acerqué a mi tío y le quité un casco.

- ¿cómo va el partido?
- Pues bien, hija, bien.
- ¿quién gana?
- El Liverpool.
- ¡Toma ya! Arriba Torres.- yo era una gran fan de Fernando Torres, era tan guapo, tan buen futbolista y tan increíble que me tenía cautivada completamente.
- Anda, la tonta de Torres.- ambos reímos.
- Bueno tío, buenas noches.- le di un beso y un abrazo a él también.
- Que duermas bien con tu acompañante.
- Es solo un amigo.
- Tu forma de mirarle no dice lo mismo.- y tras decirme esto se volvió a poner el casco.
- Aurora, espera, que al final hemos decidido no ir a comprar, ya iremos por la tarde, así que puedes dormir tranquila.
- Vale, gracias abuela.

Entré de nuevo dentro con una sonrisa en la boca, que fue desapareciendo mientras pensaba en lo que me había dicho mi tío. ¿de veras estaría enamorada de Dani? No, eso no podía ser. Me repetí unas mil veces lo mismo. Solo es mi mejor amigo.
Llegué a mi cuarto y entré con cuidado por si acaso Dani ya se había dormido. Me equivocaba, estaba tumbado en la cama mirando fijamente el techo. En cuanto entré, salió de sus pensamientos y me dirigió la más cálida de sus miradas.

- Estás muy guapa con ese camisón.
- Gracias, era de mi madre.
- Estoy empezando a darme cuenta de que esta familia tiene muy buen gusto.
- Eso es porque todavía no has conocido a mi tía.
- ¿no tiene buen gusto ella?
- Sí, aunque sea la mujer del hermano de mi madre, es el estilo personificado.
- Me encantará conocerla entonces.
- Recuerda, está felizmente casada.- bromeé.
- No haré ninguna tontería, lo prometo.- me siguió la broma.
- Anda, duerme y calla.- me tumbé y apagué la luz, sonriendo en la oscuridad.
- Que duermas bien.- me susurró al oído provocando de nuevo uno de esos mágicos escalofríos que me recorrían todo el cuerpo.
- Que sueñes con los angelitos.- me giré dándole la espalda y me hice la dormida. A los pocos minutos oí cómo decía Dani algo.
- El único ángel con el que quiero soñar lo tengo justo al lado.- en ese momento me giré para mirarle a la cara. Quedamos muy juntos, nuestros labios prácticamente se rozaban, mi mano estaba en su fuerte brazo y su mano en mi cintura. Nos miramos, durante un tiempo que se me hizo eterno.

SOLSTICIO DE VERANO 80

CAPÍTULO 80. UNA BATALLA EN MI INTERIOR.





Era ya la hora de la cena, la mesa estaba puesta, seis platos contando a mi madre que se iba a Madrid después de cenar.
Me senté en mi sitio, enfrente de la televisión y de espaldas a la puerta. Dani se sentó en el sitio de mi hermana, justo a mi lado.
Mi abuela había echo de cenar tortilla de patata, una de mis comidas preferidas y que a ella la salían espectaculares.
Comenzamos a comer, con la televisión puesta en la uno, para ver el telediario. Solo podías ver lo que quisieses de las diez de la noche en adelante, la tarde estaba ocupada por mi tío, que siempre veía partidos de fútbol, de baloncesto o de tenis, y la mañana ocupada por mi abuelo, que veía las noticias de los días anteriores. Lo que era ya prácticamente una tradición, era sentarnos todos a la mesa a cenar y poner el telediario mientras comentábamos las noticias o cómo nos había ido el día.
Al ver que todo lo que hacíamos años atrás, se había mantenido, no pude evitar sentir una sensación de alivio y de tranquilidad. Me sentía en casa, me sentía muy bien y en muy buena compañía.

A la vez que iba recordando los momentos pasados en esa mesa tan grande en la que cabíamos los diez de la familia, fui mirando uno a uno tanto a mis abuelos como a mi tío.
Empecé con mi abuelo. Era un abuelo, claro está, pero no como todos, mi abuelo Marcos era diferente. Siempre sabía cómo sacarte una sonrisa, se pasaba el día bromeando, pero eso sí, si había que ponerse serio, se ponía.
Quería muchísimo a mi abuela y siempre estaba para ayudarla en todo. No se rendía por nada del mundo, si se proponía hacer una cosa, al final terminaba consiguiéndola. Cuando era más pequeña me contaba cómo había sido su pasado, cuando era boxeador, o cuando empezó a estudiar a los cuarenta años para sentirse a gusto consigo mismo. Le admiraba mucho. Siempre he querido ser tan generosa y tan buena persona como él. Me daba muy buenos consejos, de pequeña, pero sobretodo cuando fui entrando en la adolescencia, referentes a mi madre, a mi padre, a mis amigos y a los estudios. Gracias a mí, entró en el mundo de la informática y yo me divertía mucho enseñándole a manejarse con el ordenador. Es el mejor abuelo que podía tener.

Seguidamente miré a mi tío, situado a un lado de mi abuelo.
Mi tío abuelo tampoco era como los demás. Cuando hablas de un tío abuelo, todo el mundo se lo imagina cómo el típico que te coge de los mofletes, que no deja de sonreír cada vez que te ve y que te trata como una niña toda tu vida. Mi tío era un soltero, pero de oro. Es cierto que me consentía muchísimo, pero a mí y a todos sus sobrinos nietos. Siempre que íbamos a verle nos bajaba a comprarnos algo en los chinos, los cuales ya le conocían de sobra. Era un gran aficionado a los deportes, no se perdía ni un solo partido. Era el que se encargaba de la piscina en verano y su rincón preferido del chalet era el chiscón, donde se pasaba horas haciendo artilugios o arreglando cosas. Siempre me recordaba la vez de cuando era pequeña y jugaba al escondite con él y con mi tata, su madre. El me preguntaba que dónde estaba y yo cómo era muy pequeñita y no sabía esconderme, salía corriendo y decía, ¡Estoy aquí tío Lolo, estoy aquí! Siempre nos había hecho mucha gracia recordarlo. Le tenía mucho cariño y siempre le he estado agradecida por todo lo que ha hecho por mí.


A continuación, miré a mi abuela. Estaba muy atenta a las noticias. Sonreí, mi abuela siempre había sido curiosa, pero no de las típicas cotillas, sino de las que se quieren enterar de las cosas importantes que tienen que ver con ella y con su familia. También era muy sensible, en eso había salido a ella. Se preocupaba mucho por la gente a la que quería y lo mínimo le hacía llorar, o bien de alegría o bien de pena. Siempre que la hacía un poema o la cantaba una canción bonita, se emocionaba y me hacía a mí también emocionar solo de verla. Lo que sentía por mi abuelo era un amor infinito, estaban hechos el uno para el otro y eso a mí siempre me había servido cómo referencia de pareja perfecta, con alguna discusión, pero sin importancia y con un amor que sobrepasa barreras. Ella cuando era joven, también cantaba y por eso siempre le ha encantado que le cantase alguna canción. Mi abuela no era como las demás, era como mi segunda madre., al fin y al cabo era mi madrina. Siempre que iba a verla, nuestros abrazos me reconfortaban y al verla sonreír, por muy triste que yo estuviese yo también sonreía. Yo no he recordado nunca, porque era muy pequeña, pero cuando tenía un año más o menos, mi abuela todas las tardes venía a mi casa a llevarme a dar un paseo en mi carrito, con mi tata del brazo. Entre las dos me cuidaban y ahora siento que debo ser yo quién la cuide a ella. Es una abuela especial, como ella no hay ninguna. La quería muchísimo y si ella no estuviese no sé que sería de mí.



La cena fue bastante tranquila, no hubo demasiada conversación, puesto que ya a bastante interrogatorio nos habían sometido tanto a Dani como a mí.
Después de recoger la mesa, mis abuelos y mi tío se salieron a la terraza a tomar el aire, como hacían desde que yo tenía memoria. Mi madre se tenía que ir ya y la despedimos. Después Dani y yo, decidimos quedarnos dentro para ver una película.
Dani se sentó en el sofá grande y yo a su lado. Pusimos la televisión y con el paso de la película, fui poniendo la cabeza en el pecho de Dani y él me fue rodeando los hombros con su brazos. Parecía la escena de la película que estábamos viendo sobre unos enamorados, solo que nosotros sólo podíamos ser amigos.
Cuando la película terminó, nos pusimos de acuerdo en salir a dar un paseo por la urbanización. Mis abuelos y mi tío estuvieron de acuerdo, pero por petición mía, no vinieron con nosotros.
La noche estaba bastante oscura, la luna no iluminaba tanto como otras veces, como la vez que Toni y yo nos besamos por primera vez.
No quería pensar en Toni más, él era mi novio y sabía que iba a estar ahí siempre, pero Dani era mi mejor amigo y era yo la que tenía que estar ahí siempre con él. Tanto física como mentalmente.
Andamos entre los chalets que había en la urbanización. Uno eran enorme, otros normales y otros un poco pequeños.
Recordé la vez que cogí la bici por primera vez en la urbanización. Tendría unos 6 años, mi madre estaba embarazada de mi hermana y yo quería aprender a montar en bici para cuando la enana creciese, poderla enseñar.
Cogí la bici de mi tío Manuel, el hermano de mi madre. Me estaba un poco grande, pero no me importaba porque todo mi afán era aprender a montar una bici grande y así sentirme más mayor.
Me monté y fui pedaleando hasta llegar al conjunto de chalets en el que estaba ahora con Dani. En una de las casas, había un perro enorme que nada más pasar yo empezó a ladrar como un poseso y al ser pequeña, me asusté y me caí de la bici. Luego me asomé a esa casa, intentando evitar al perro. El chalet era de los normales, ni grande ni pequeño y en la terraza que daba al jardín delantero, vi a un chico un poco más mayor que yo jugando con la pelota con su perro más pequeño.
Al recordarlo me hizo gracias y sonreí, ahora me daba cuenta de que ese chico con su perro era igual que yo con mi gatito.

Sé que pensaréis que esto no tiene nada que ver con el paseo con Dani, pero para mí fue muy importante recordarlo, fue una nueva etapa en mi vida, como la que estaba viviendo en esos momentos. Tuve que superar el miedo a las bicis grandes sin ruedines, y a los perros que ladran muy fuerte. Y ahora estaba intentando superar un miedo todavía mayor, el miedo a quedarme para siempre sin mi mejor amigo, por eso tenía que pasar tiempo con él, para que no me olvidase para siempre.

Miré a Dani a la cara, a pesar de la oscuridad. Las farolas no estaban muy encendidas, pero la mínima luz que había me bastaba para poder contemplar sus preciosos ojos azules, esos que a mí tanto me gustaban.
Él también me miró, tan dulce y tierno como se miran una pareja. Sonreí, me esperaba que pasase cualquier cosa entre nosotros esa noche y la semana entera. Sabía que por mucho que me intentase resistir, mi corazón sería el que terminaría ganando la batalla contra mi mente. Pero tenía que intentar seguir ocultando todo ese amor que guardaba hacia él, no amor de amigos, un amor de verdad que yo ni siquiera sabía que existía.

SOLSTICIO DE VERANO 79

CAPÍTULO 79. GUADALAJARA.






El viaje se me hizo bastante corto, entre la radio, la conversación sin sentido con Dani y las risas de mi madre al oírnos.
Al llegar a la urbanización de mis abuelos y pararnos enfrente de su chalet, una sensación de alegría me recorrió todo el cuerpo. Miré el chalet una y otra vez, me muy bueno recuerdos. Allí había pasado la mayor parte de los veranos de mi infancia.

Me bajé del coche, cogí la maleta y a Dani de la mano y fui directa a la puerta con una sonrisa de lado a lado de mi cara.
Llamé al timbre de la verja de fuera, fue mi tío abuelo el que nos abrió.

- No me lo puedo creer, Aurora, no sabíamos que ibais a venir hoy.
- Para que veas Tío Lolo.- abrió la verja y me tiré a sus brazos.
- ¡Qué guapa estás!- me dio un beso en la frente.
- En un mes no he podido ponerme guapa, tío.
- Tienes razón, tu has sido guapa siempre.- cada vez que me veía, mi tío abuelo me decía lo guapa que estaba y yo le decía lo mismo.
- Y dale. Bueno dejemos el tema.- miré a Dani que se estaba riendo.
- ¿y este chico quién es?
- Es Dani tío, mi mejor amigo, que va a pasar una semana aquí con nosotros.
- Encantado.- le dijo Dani tendiéndole la mano.
- Muy educado, si señor.- dijo mi tío apretándole la mano.- igualmente.
- ¿y los abuelos?
- Tu abuela está en la cocina, preparando la cena y tu abuelo regando el césped por la parte de atrás.
- Vale, vamos a verlos.- volví a coger a Dan de la mano y me adentré en el chalet.

Seguía tal y como lo recordaba del verano pasado. El comedor era bastante grande, con tres sofás y una mesa con ocho sillas. La televisión estaba colocada encima de la chimenea. En el mueble de al lado de la mesa había miles de libros y fotos mías, de mi hermana y de mis primos.
Seguimos andando, tras pasar el comedor, estaba la habitación de mis abuelos, grande y espaciosa, con dos camas juntas con una mesilla a cada lado y un gran ventanal. El armario lo habían cambiado de sitio y ahora estaba al lado de la ventana.
Un poco más adelante, la habitación de mi tío, cerrada como de costumbre, a su habitación solo entraba él.
Seguida a la habitación de mi tío estaba uno de los baños, era pequeño pero aun así siempre me había gustado, porque en el lugar de la ducha había un frigorífico donde guardábamos los refrescos y las cervezas de mi tío.
Justo al lado del baño había dos puertas, una era la antigua habitación de mis padres, donde ahora solo dormía mi madre. Era grande también, con dos camas y una mesilla en medio. El armario era enorme, solía esconderme allí cuando jugaba al escondite con mi abuela y mi abuelo, pero siempre me encontraban.
La otra puerta era la habitación de mis tíos, tenía mucha luz gracias a la gran ventana que tenía. Había una cama de matrimonio y al lado una cuna. Era la cuna de mi prima pequeña, Susana, que era también mi aijada.
Enfrente de la habitación de mi madre y de mis tíos, había dos puertas más, la habitación de mi primo y mi hermana, que tenía una litera y un armario no excesivamente grande lleno de juguetes y mi habitación.
Entré en mi habitación con Dani y dejé mis cosas en la silla que había a los pies de mi cama. Mi cama era ni grande ni pequeña, era mediana, debajo de mi cama había otra, donde el año pasado dormía mi prima pequeña y yo la cuidaba. En esa cama dormiría Dani si mis abuelos me dejaban.
Cerré la puerta de mi cuarto una vez había abierto las ventanas para ventilar un poco y para que se fuese el olor a cerrado. A continuación de las habitaciones estaba el baño grande. Ese baño era una pasada, tenía dos duchas, dos lavabos, una ventana con vistas a la piscina, dos armarios y tres espejos. Al juntarnos tantos en ese chalet en verano, ese baño no podía ser solo para uno, sino al menos para dos.
Volvimos al comedor y fuimos hacia la cocina, a la cual se entraba desde el comedor.
Tal como había dicho mi tío, mi abuela estaba haciendo la cena. Al verla sonreí, tenía muchísimo cariño a mi abuela Clara, además de mi abuela era mi madrina y la mujer que siempre que no estaba mi madre cuando yo era una cría, me había cuidado.
Dani se quedó detrás de mí.

- ¡Hola abuela!- dije y ella se dio la vuelta. Al verme su cara fue de sorpresa y de felicidad. Fui a abrazarla y estuvimos así un os segundos.
- ¡Aurora! Cuanto has crecido madre mía, que guapa que estás. Se te han aclarado los ojos y el pelo. ¡Que alegría volver a verte!
- ¡Lo mismo digo abuela! Tenía ya ganas de venir.
- Y yo de que vinieras, mi cielo.
- Mira abu, este es Dani, del que tanto te he hablado.
- Hola Clara, encantado de volverte a ver.
- Lo mismo digo, Daniel. Estás ya muy mayor. La última vez que te vi fue cuando hizo la comunión Aurora, que viniste a verla. Y de eso ya ha pasado mucho tiempo.
- Es cierto. Te quería dar las gracias por dejar que viniese.
- No hace falta que me las des, si lo he hecho a sido porque me caes bien.- los tres reímos.
- Bueno abu, voy a ver al abuelo.
- Verás que sorpresa le vas a dar. Ninguno te esperábamos tan pronto.
- Ya lo sé, pero yo no podía estar más sin veros.- la di un beso en la mejilla y Dani y yo nos fuimos de la cocina.

Salimos al jardín delantero, recorrimos un pequeño tramo y bajamos las escaleras para ir al jardín de atrás, donde estaba la piscina, el cenador, el chiscón, y el gran verde que rodeaba la piscina.
En un lateral del verde, divisé a mi abuelo. Fui hacia él prácticamente corriendo, seguida de Dani y me paré justo detrás suyo.

- ¡Abuelo!
- ¡Aurora!- se giró rápido y me dio un abrazo.
- ¿cómo estas abu?
- Pues bien, ¿y tu? ¿qué tal llevas el verano?
- Genial, me han pasado muchas cosas.
- Me alegro, ¿y tu debes ser Daniel no?
- Sí, el mismo. Encantado de volver a verte.
- Lo mismo digo. Has crecido mucho, no pareces ni tú.
- Eso dicen.- reímos.
- Abuelo, ya es tarde, ¿por qué no subes con nosotros arriba y así hablamos mejor?
- Me parece buen idea, termino de regar aquí, que ya me queda poco y subo con vosotros.
- Vale.

Dani y yo nos fuimos al cenador y nos sentamos en el banco de piedra que había allí, frente a la piscina.

- Este chalet es bastante grande ¿eh?
- Sí, un poco. Pero lo tiene que ser, aquí nos juntamos mucho.
- Ya veo. Se te debe hacer raro venir y estar solo tu, tus abuelos y tu tío.
- Se me hace, créeme, pero creo que mañana vienen mis tíos y mis primos a comer, y luego los pequeños se quedan una semana, así que estaremos más acompañados.
- Aurora.- me cogió de la mano.- me encanta estar aquí contigo.
- A mi también, y tengo la impresión de que esta semana va a ser inolvidable.

Cuando mi abuelo terminó de regar, nos subimos los tres arriba y entramos en la casa. Nos sentamos en el sofá y empezamos a hablar del verano, de todo lo que había hecho, de cómo me lo había pasado en el campamento, en el pueblo. También, mi abuelo le preguntó a Dani sobre él, sobre su familia, pero intentó evitar el tema de su viaje.
Mi abuela y mi tío se unieron a la conversación. Pasamos una hora llena de risas, de preguntas y de felicidad. Cuando menos lo esperamos, ya era la hora de cenar y tocaba poner la mesa. Todos nos levantamos del sofá y ayudamos a poner el mantel, la comida, los cubiertos.
Nuestra llegada había sido muy buena, estaba orgullosa del trato de mis abuelos y mi tío hacia Dani y muy agradecida por no sacar el tema que tanto nos dolía a ambos. Habíamos empezado con buen pie, solo esperaba que esta situación tan cómoda para todos, se mantuviera.