solsticio de verano

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domingo, 14 de marzo de 2010

SOLSTICIO DE VERANO 59

CAPÍTULO 59. NO ES UN CUENTO.




Me desperté con el canto del pájaro de mis abuelos. No era muy tarde, pero tampoco excesivamente pronto. Me vestí, fui al baño y salí a desayunar. Nieves aún seguía dormida así que cerré la puerta despacio.
Me tomé un vaso de leche, a secas, no tenía demasiada hambre.
Busqué mis ray bans y me mojé un poco el pelo, hacía demasiado calor. Cogí el ipod y me miré al espejo, vaya cara tenía. Salí a la calle, todo el aire caliente llegó hasta mí, produciéndome cansancio de nuevo, pero aún cansada y con el sol pegando fuerte, no me paré. Empecé a andar hacia la piscina, que a esas horas estaría vacía. Al llegar, solo estaba el de seguridad en la puerta, le enseñé mi bono y me dejó pasar.
La piscina esta desierta, sólo había un chico, a lo lejos, sentado debajo de un árbol, quizás dormía.
Divisé una sombra, para sentarme, pensar, para relajarme y evadirme del mundo.
Me puse los cascos del ipod y busqué las canciones que quería oír. Laura Pausini era la mejor relajación en ese momento.
Miré al chico, tenía unas gafas parecidas a las mías puestas y no llevaba camiseta. Tenía un cuerpazo, todo he de decirlo, pero no le veía la cara, estaba demasiado lejos.
Cerré los ojos, evadiéndome de todo, centrándome en la música, en la canción de “yo canto” de Laura, me encantaba.
La canción se terminó, y yo sin darme cuenta la había estado cantando en voz alta. Que vergüenza.
El chico que antes estaba apoyado en el árbol. Ahora parecía que venía hacia mí. Al irse aproximando, le pude ver la cara, era Toni. No tenía ganas de hablar con él. Me levanté, recogí mi ipod del césped y salí de la piscina metiéndome en los vestuarios de las chicas.
Me apoyé contra la pared y respiré hondo, intenté relajarme de nuevo, pero un portazo me sobresaltó.
Toni había entrado en el vestuario y había cerrado la puerta. ¿pero qué se creía? Se empezó a acercar a mi, yo le miré desafiante, sin decir una sola palabra.

- Lo siento.- me dijo, parecía sincero. Yo no hablé.- entiendo que no quieras ni mirarme a la cara después de los estúpido que fui, pero no tenía ni idea de lo de tus padres.- seguí muda.- pero es verdad que eres una pija, de eso no me arrepiento.- le fui a pegar una torta pero esta vez el supo reaccionar y me cogió de las muñecas, pegándome a la pared.
- Suéltame..- le dije casi en un susurro.
- La niña muda empieza a hablar, que pena que no la oiga.- estaba muy cerca de mí, prácticamente pegado a mi cuerpo.
- Suéltame.- dije decidida y algo mas alto.
- ¿y si no quiero? – me estaba desafiando, pero para desafiar ya estaba yo.- ¿me vas a pegar?
- Podría.
- Pero no puedes, no te atreves.
- Si me atrevo.- me estaba empezando a gustar estar cogida por las muñecas y pegada a la pared. Pero ¿qué estaba diciendo? Me estaba volviendo loca.
- Has cambiado mucho, pequeña.- me miró a los ojos. Sus ojos eran muy simples, pero con algo especial, algo que te mantenía fuerte.
- Tu también has cambiado. Y yo no soy pequeña.- le mantuve la mirada, sonriendo, pero de una manera un tanto peculiar. Él se empezó a acercar a mi, cada vez más. Notaba su cuerpo pegado al mío, su respiración normal y los latidos de su corazón.
- Ahora eres una chica mala.- rió y me acarició el cuello. Me estremecí.
- No solo soy mala, hay muchas cosas que no sabes de mí.- dije sin cambiar el gesto de mi cara.- ahora suéltame.
- No te voy a soltar aún. Me gustas más así, inofensiva.- me estaban entrando unas ganas locas de besarle. Sus labios parecían tan jugosos.
- Suéltame- dije en voz muy baja.
- Bésame y te soltaré.- me susurró él al oído. Pero ¿cómo se atrevía? Aunque una parte de mí lo estaba deseando, la otra sabía que debía dejarle las cosas claras. ¿A cual hacer caso? Eso no lo sabía.
- Más te gustaría.- sonreí y le pegué una patada en la espinilla que le obligó a soltarme. Salí del vestuario y eché a correr en dirección a casa de mi abuela. Estaba segura de que Toni no dejaría que eso quedase así. Había hecho muy bien, al final.

Entré a casa de mi abuela, sudada, cansada y con mucho calor en el cuerpo, pero sonriente, había conseguido lo que quería, unas disculpas como es debido.
Reí mientras me metía en la ducha y el agua fría recorría mi cuerpo.
Al salir de la ducha y ponerme la toalla, vi a Guille. Estaba escribiendo algo en la mesa del comedor. Me asomé despacio para no ser descubierta y leí un poco. Ponía: Sí, eres tú..
¿a quién iría dedicado? No lo sabía y prefería no enterarme, porque podía sufrir, aunque solo fuese un poco.
Me metí en mi habitación, me vestí y me tumbé en la cama tras encender el ventilador. El calor era totalmente insoportable. Cogí mi libro de “tres metros sobre el cielo” y empecé a leer, con el aire frío en la cara.
“ No puedo dividirme ya entre tu y mil mares...” mi móvil estaba sonando, ¿quién sería a esas horas? Lo cogí.


- ¿Si?
- Aurora, tenemos que hablar.
- Yo contigo no quiero hablar, Gabriel.
- Necesito que me escuches, explicarme.
- ¿y qué me vas a decir? ¿qué excusa me vas a poner?
- No es ninguna excusa, es la verdad.
- ¿acaso no lo hiciste por voluntad propia? Porque yo te vi muy entregado. ¿o es que alomejor te habían drogado? Mira que lo dudo.
- Aurora, es cierto, la besé. Pero lo hice porque pensaba que ya no me querías.
- ¿pero tu de qué vas? Ni siquiera te había visto desde que llegué. ¿cómo puedes pensar eso?
- Te vi en la televisión morreandote con tu amigo de la playa después de cantarle una preciosa canción.
- ¿ Qué?- me había dejado petrificada. Ahora lo entendía. Y podía ser cierto, nos habían grabado con una cámara que tenía pinta de ser de televisión.
- Pensé que tu ya no me querías cuando vi esas imágenes. Se me calló el mundo al suelo. Estuve fatal los dos días siguientes y al saber que volvías, no quería verte necesitaba olvidarte. No estaba dispuesto a sufrir.
- No digas nada más.- una lágrima corrió por mi mejilla. No podía volver a querer a Gabriel. Era imposible, ya todo lo que sentía por él se terminó.- no necesito ninguna explicación.
- ¿ya no me quieres?
- No, Gabriel, lo siento. Pero lo nuestro terminó.- y sin más miramientos le colgué. No quería volver al pasado y Gabriel formaba parte de él.

Lloré, tumbada en mi cama con el cojín en la cara. Lloré hasta que mis lágrimas se agotaron. Me sentí culpable, me sentí muy mal. Recordé todos los momentos vividos con Gabriel. Mi primer beso. Ese beso que fue tan importante para mí. Un beso que recordaré toda la vida.
No estaba segura de nada, todo eran problemas sin importancia, pero problemas al fin y al cabo.
¿Por qué la vida de una adolescente era tan complicada? Esto no era un cuento de princesas, ahora lo veía todo con claridad.

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