solsticio de verano

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viernes, 16 de abril de 2010

SOLSTICIO DE VERANO 72

CAPÍTULO 72. AL FIN Y AL CABO.





Después de cantar, una vez tumbados en el árbol, nos relajamos tanto que nos dormimos. Yo estaba apoyada en él y él tenía su mano en mi cintura.
Cuando despertamos ya eran las siete, se nos había pasado el tiempo volando. Saqué el móvil por si tenía alguna llamada o algún mensaje. No había nada. Dani aprovechó que había sacado el móvil para quitármelo.
-Quiero recordar este día y que tú también lo recuerdes.- y tras decirme eso juntó mi cara a la suya y sonrió a la cámara del móvil, le imité. Nos hicimos una foto preciosa, con el árbol de fondo.
-¡Ha salido genial!
-Siempre que sales tu en una foto la foto queda genial.
-¿sabes? Me estas diciendo demasiados cumplidos en muy poco tiempo.
-Te los mereces.
-Tonto.
-Sabes que no soy tonto, porque si lo fuese no estaría pensando lo que estoy pensando.
-Y ¿qué piensas?
-Pienso que deberíamos grabar nuestros nombres en este árbol.
-Estas loco.
-Un poco, pero no me puedes negar que es una buena idea.- sonrió con la más amplia de sus sonrisas.
-Me encanta tu gran idea.- le di un beso en la mejilla.
-¿Tienes algo afilado en el bolso?
-Umm..sí, mi navaja.- se quedó alucinado cuando dije eso y la saqué del bolso.
-¿cómo es que una chica tan fina lleva una navaja en el bolso?
-Pues porque esta chica tan fina es distinta a las demás. Esta navaja me la regaló mi abuelo y pone mi nombre junto a mi signo del zodiaco.- la cogió para mirarla y sonrió otra vez.
-Ya sabía que eras distinta a las demás, pero esto ya ha sido alucinante. Créeme nunca habría pensado que una chica como tú llevase una navaja en el bolso.
-Pues ya ves que sí.- reí.- anda escribe nuestras iniciales.
-Nada de iniciales, yo tu nombre y tú el mío.- y así hicimos, él escribió mi nombre en letras mayúsculas y yo el suyo de la misma manera. Nuestras letras eran distintas, pero ambas bonitas.

Cuando acabamos de escribir nuestros nombres, Dani me cogió la navaja otra vez y dibujó como pudo una flor. Me intrigó que dibujase una simple flor, no entendía el porqué la había grabado en ese árbol, justo debajo de nuestros nombres. La curiosidad me comía.

-Dani, ¿por qué una flor?
-Por muchos motivos.
-Dímelos.- le miré a los ojos. Él me cogió la mano y me mantuvo la mirada.
-Una flor porque es lo más bonito del mundo, como lo que siento por ti. Una flor porque significa paz, alegría y felicidad que es lo que siento al estar contigo. Una flor porque anuncia la primavera, que es la estación más bonita del año y que expresa todo lo que eres. Una flor, porque cuando volvamos a vernos será lo primero que verás. Una flor, porque a partir de ahora es nuestro símbolo.
-Eres una flor.- sonreí, me había emocionado.
-¿yo? ¿por qué?
-porque tu eres lo más bonito del mundo. Porque tu eres paz, alegría y felicidad. Porque es cierto que la primavera es la estación más bonita del año y siempre que noto que va a llegar pienso en ti.
-Aurora..
-No digas nada ¿vale?
-Pero si quiero decir. Quiero decirte que nada será lo mismo sin ti.
-Yo no soy nada sin ti, Dani.- y me puse a llorar. Él también, me abrazó muy fuerte. Ninguno de los dos quería que ese momento terminase, de eso estaba segura. No quería que Dani se fuese cinco años tan lejos. Le necesitaba a mi lado, no en Londres. Y además, aunque me costase admitirlo y por mucho que tuviese novio, le quería. Le quería mucho.
-No me quiero ir.- me dijo entre sollozos.
-Pero tienes que hacerlo, una oportunidad así no se tiene todos los días.- me quité las lágrimas y se las quité también a él.
-Me da lo mismo que sea una buena oportunidad, yo quiero estar aquí, con la gente a la que quiero, contigo.
-A mi también me gustaría que te quedases, pero dentro de cinco años podremos vivir toda la vida juntos, somos mejores amigos y hicimos una promesa. Nada nos va a separar, ni la distancia ni el tiempo. Nada.- le miré a los ojos y le di un beso en la mejilla intentando sonreírle para tranquilizarle.
-Pero ¿y si te olvidas de mi?
-Tu eres definitivamente tonto. Es imposible que me olvide de mi mejor amigo, porque todo me recuerda a ti, a todos los momentos que pasamos. En todo caso el que se puede olvidar de mi eres tú, pero si me olvidas es porque eres feliz allí y a mí con eso me vale.
-Nunca digas que me voy a olvidar de ti, Aurora, porque no.
-Nunca digas nunca.- le dije y le miré derramando la última lágrima. Él iba a hablar, pero justo cuando iba a abrir la boca me llamaron al móvil.
-¿si? – pregunté.
-Aurora, soy Guille, ¿dónde estas?
-Hola primo, pues en el retiro ¿y tu?
-Dando vueltas, por ahí, tu barrio no me lo conozco y estoy más bien perdido. Oye, ¿qué te parece si voy al retiro, os busco y así me presentas a tu querido Dani?
-Como quieras. Pero ¿sabes venir?
-Sí, en el metro sí que me manejo. Cuando llegue a la entrada te llamo para que me digas dónde estáis.
-Vale, primo. Nos vemos. Un beso.
-Un beso. Adiós.- y colgó.
-¿qué te ha dicho tu nuevo primo mayor?- sonreí.
-Que quiere conocerte.
-¿a mí?
-Sí, por eso va a venir para acá.
-Entonces tenemos que aprovechar el tiempo que nos queda solos ¿no?- sacó su móvil y volvió a juntar su cara con la mía.- ¡Sonríe!
-¿otra?- sonreí, tal como me dijo y hicimos la foto.
-Sí, la anterior era con tu móvil y yo también quiero recordar este día.
-Pues hemos vuelto a salir bien.- dije mirando la foto.
-Sí y ahora es hora de las cosquillas.
-¿qué?- no le había escuchado muy bien, porque lo había dicho en voz muy baja.

Empezó a hacerme cosquillas, yo me caí al suelo y él encima de mí. Seguía haciéndome cosquillas y yo me moría de risa. Paró un momento y aproveché para hacerle cosquillas yo a él. Lo malo era que Dani no tenía demasiadas, por eso me ganó y terminé llena de césped, riéndome como una loca y él conmigo.
Al fin y al cabo, después de decirnos lo que pensábamos sobre el repentino viaje de Dani, después de llorar como dos niños pequeños, después de hacernos fotos para recordar el momento, después de dormir abrazados en la sombra de un árbol al que después habíamos puesto nuestros nombres junto con una flor, lo que quedaba era la risa. Una risa juntos era como todo un mar, siempre interminable, sin horizonte y en el que se veía con total claridad el atardecer. Al fin y al cabo, tras un largo día, éramos felices.

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