solsticio de verano

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viernes, 9 de abril de 2010

SOLSTICIO DE VERANO 69

CAPÍTULO 69. NO TENÍAMOS PRISA EN SER FELICES.





Abrió la puerta su hermana pequeña, María. Tenía 13 años y era bastante guapa, como su hermano. Se parecía mucho a él. Estaba bastante arreglada, seguramente iba a salir.

- ¡Hola!
- Hola, María. ¿qué tal estas?- nos dimos dos besos.
- Muy bien, Auro ¿y tu?
- Bien. ¿vas a salir?
- Sí, he quedado con unos amigos. Vienes a ver a mi hermano ¿a que sí?
- Sí.- reí.- ¿está en casa?
- En su habitación. Ya te sabes el camino.
- Vale, gracias María y pásalo bien.- me despedí de ella y empecé a subir las escaleras, para ir a la habitación de Dani.


Recorrí el pasillo que separaba unas habitaciones de otras y me quedé parada en frente de la puerta de Dani. Suspiré, desde que hablé con él no había podido dejar de pensar en lo que me había dicho. Estaba destrozada, pero ahora tocaba aparentar aunque solo fuese un poco. Tenía que apoyar a Dani. Él no me podía ver mal o le haría más daño aún.
Llamé a la puerta y oí la voz de Dani, parecía que estaba cantando. Giré el pomo con cuidado y entré en la habitación.
Dani estaba tumbado en su cama, con los cascos del ipod puestos, mirando al techo. No se había dado cuenta de que yo había entrado.
Me acerqué a él y le quité un casco. Pero ni siquiera miró hacia donde yo estaba.

- María, pírate de mi cuarto.- pensaba que yo era su hermana, reí para mis adentros.

Me agaché por detrás suyo y le di un sonoro beso en la mejilla. Se quitó el casco que le quedaba de golpe y se levantó para ver quién le había dado el beso. Me miró y sonrió, con una de sus magníficas sonrisas. Le devolví la sonrisa y me abracé a él, no pude evitarlo. Necesitaba uno de sus abrazos, fuertes y delicados a la vez.


PARTE NARRADA POR DANI.




La noche después de haberle contado la verdad a Aurora fue horrible. Tuve una pesadilla.
Estábamos ella y yo en un barco, a punto de llegar al puerto. Quedaban pocos metros para que el barco echase el ancla y Aurora y yo estábamos riéndonos, juntos.
En ese momento el barco se paró de golpe y Aurora salió disparada a una de las paredes del camarote en el que estábamos. Quedó inconsciente. Yo no sabía que hacer. La cogí entre mis brazos y la llevé fuera, la empecé a mover, para que se despertase, pero no lo hacía, no despertaba.
Había un médico en el barco, se acercó corriendo a nosotros y le tomó el pulso.

- Está muerta.- eso dijo. Todo mi cuerpo se paró al oír esas palabras. De mis ojos no hacían más que brotar lágrimas. Gritaba con todas mis fuerzas al cielo. La abrazada con fuerza, no quería dejarla ir. No, Aurora no me podía dejar.

Me desperté de golpe ya por la mañana, mi hermana estaba en mi habitación algo asustada.

- Dani ¿estas bien? Te he oído gritar.
- Una pesadilla, nada más.- la sonreí para que no se preocupase.

Estaba bañado en sudor, aún tenía los ojos llorosos y la sensación de haber perdido a Aurora no se me quitaba. Solo podía pensar en ella. Me levanté de la cama y me di una ducha bien fría. Tenía que espabilarme.
Me vestí rápido y me tumbé en mi cama, que ya me había hecho mi madre.
Me puse los cascos del ipod y lo encendí. Necesitaba relajarme.
Era la 1.30 del mediodía, cuando alguien me quitó el casco. Supuse que era María.

- María, pírate de mi cuarto- le dije. En ese momento no quería que me molestase con sus tonterías.

Tras decirle eso, me dio un beso sonoro en la mejilla.
Me paré a pensar que mi hermana nunca habría hecho eso, así que no era mi hermana la que estaba en mi cuarto. Me levanté con rapidez, quitándome el casco que quedaba y me giré para ver quién era la persona que había entrado en mi habitación.
Me quedé algo alucinado cuando vi a Aurora. Al principio pensé que era fruto de mi imaginación, por eso sonreí. Ella me devolví la sonrisa. Esa sonrisa que tanto me hacía sentir. Estaba seguro que todo era cosa de mi estúpida mente, siempre pensando en Aurora, pero me di cuenta de que no. Era real, lo supe cuando se abrazó a mí. Una sensación extraña me inundó por dentro. Cariño, amistad, felicidad, amor. Era todo un cúmulo de cosas.
La di un beso en el pelo y la miré a los ojos, a esos ojos verdes acaramelados que tanto me gustaban. La había echado mucho de menos.




PARTE NARRADA POR AURORA.




Después de un cálido abrazo, me miró a los ojos. Podía perderme en sus ojos azules como el mar.
Le cogí la mano fuerte, sin dejar de sonreír y con la otra le acaricié la cara.

- Dani, te he echado de menos.- sin poderlo evitar una lágrima corrió por mi mejilla. Dani me la quitó con muchísima dulzura.
- Yo también a ti. No pensé que vendrías tan pronto.
- No podía quedarme en mi pueblo después de hablar contigo y que me lo contaras.
- Aurora yo.. siento mucho tener que irme. No sabía que eso iba a pasar, mis padres nunca querían dejarme ir. Mis tíos insistieron y yo no pude hacer nada.
- No te preocupes Dani y no te disculpes conmigo. Tu siempre has querido ir a Londres a estudiar, al fin y al cabo va a ser un sueño cumplido, ¿no crees?
- Lo sería si tú vinieses conmigo.- eso me llegó al alma, me abracé de nuevo a él.
- Pero yo no puedo ir y tú tienes que pasar cinco años maravillosos conociendo esa ciudad.
- Aurora cinco años es mucho.
- Ya lo sé, pero si quieres pasarán rápidos. Y yo siempre estaré aquí, esperando a que vuelvas para darte un gran abrazo.
- Y yo en Londres intentaré llamarte siempre que pueda.
- Yo también lo intentaré, por mucho que cueste.
- Gracias por venir aquí a verme.
- No me las des. Si lo he hecho ha sido porque no podía quedarme en mi pueblo sin hacer nada. Necesitaba verte.
- ¿necesitabas verme?
- Sí y abrazarte y decirte que siempre voy a estar aquí para lo que quieras, por muchos kilómetros que nos separen.
- Eres un cielo.
- Entonces tu eres mi sol.- reí, el también lo hizo.
- Te invito a comer, vamos al retiro.
- Estas loco.
- Un poco, pero tu también lo estás.
- Me has pillado.- reí de nuevo.
- Venga vámonos.- me cogió de la mano y salimos corriendo por la puerta de su cuarto. Bajamos las escaleras y salimos por la puerta de su casa, sonrientes, de la mano, con ganas de diversión. No dejando pasar el poco tiempo que nos quedaba para estar juntos, aprovechando al máximo los días que nos quedaban.

Teníamos ganas de llegar al retiro, para comer a gusto, rodeados por las plantas. No teníamos prisa en ser felices.

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