solsticio de verano

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domingo, 2 de mayo de 2010

SOLSTICIO DE VERANO 75

CAPÍTULO 75. MADRE E HIJA.





Mi madre se sentó enfrente mío al notarme algo nerviosa. Quizás se creía que era algo sobre mí, como que me había quedado embarazada o algo así, pero esperaba que no lo pensase, me conocía demasiado bien.
La miré a los ojos, con una mirada no de vergüenza, sino más bien de pena, de sufrimiento.

- ¿Qué pasa Aurora? Me tienes preocupada.
- No es sobre mí si es lo que te interesa.
- Aurora, si no quieres contármelo, no lo hagas, pero si es importante te pido por favor que me lo cuentes, para poder ayudarte en todo lo que pueda.
- Es sobre Dani.
- Pero ¿qué le pasa ahora? No me gusta verte mal por su culpa, hija.
- Se va a vivir a Londres cinco años.- la cara de mi madre fue una mezcla de sorpresa y angustia, porque ella quería mucho a Dani.
- Que sorpresa. ¿y sus padres le han dejado marcharse tanto tiempo?
- Sí, irán a verle casi todos los fines de semana.
- Entiendo, en ese caso y como supongo que se va a estudiar, me alegro por él.
- Y yo mami, pero no voy a aguantar estar tanto tiempo sin él.
- Aguantarás, créeme, te costará, pero terminarás acostumbrándote. Además ten en cuenta que su viaje no es de placer, sino para estudiar y pasar tantos años allí va a ayudarle mucho en su trabajo.
- Ya lo sé, pero me duele que se vaya, yo le quiero aquí conmigo.
- Él también debe de estar pasándolo bastante mal, deja aquí todo.
- Le voy a echar de menos.- me puse a llorar como una niña pequeña. Mi madre me abrazó fuerte, dejándome que me desahogase, lo necesitaba.
- Lo sé, mi niña, lo sé.- me susurraba al oído. En ese momento me di cuenta de todos los errores que había cometido con mi madre. De las malas contestaciones, de las desobediencias, de algunas faltas de respeto. Quería mucho a mi madre, muchísimo y ella me apoyaba en todo y siempre, sobretodo cuando más la necesitaba. Este era uno de esos casos.
- Gracias mamá.- dejé de llorar un poco y la miré a los ojos.
- ¿por qué hija?
- Por ayudarme.
- Sabes que yo siempre te voy a ayudar.
- Siento todo lo que te he hecho.
- Estás en una edad muy mala por la que yo también pasé, te entiendo mejor de lo que te piensas.
- Te quiero mucho, mami.- le dije llorando de nuevo.
- Y yo a ti, Aurora, muchísimo.- ella también se puso a llorar. Éramos las dos muy sensibles y a cualquier palabra bonita que nos dijéramos, las lágrimas brotaban solas de nuestros ojos, que, por cierto, eran prácticamente iguales, los míos un poco más claros quizás.

Nos separamos y nos sonamos la nariz varias veces. Nos dimos un beso y fui a la cocina a por el mejor jarabe que había cuando estábamos de bajón, el helado.
El mío como no, era de vainilla con nueces de macadamia, el de mi madre de chocolate belga.
Pusimos la televisión y empezamos a ver una película, una comedia romántica. Mientras llorábamos de alegría, de emoción y a veces de tristeza, por la película o por lo de Dani, nos tomábamos el helado, cada una el suyo. Pero no solo había momentos de llanto, sino también de risa. Entonces las carcajadas retumbaban por todo el salón.

La noche cayó y con ella el sueño y el cansancio, por ello nada más terminar la película, mi madre y yo nos fuimos a la cama. La noche madre e hija ya había terminado, ahora sólo me quedaba soñar.

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